lunes, 21 de diciembre de 2009

Vacaciones colectivas

Es un olor suave pero único el de la tierra que identifica mi pueblo. La brisa que se cuela por entre las matas de plátano acaricia mi cara a la orilla de la cerca de alambre que da a la parcela de Urbano Villadiego, que acaba de morir. Es diciembre de cualquier año, pero prefiero del tiempo de mi universidad cuando me embarcaba 20 horas en un bus de Brasilia desde Bogota y atravesaba buena parte de este país por el departamento de Antioquia. Eran los tiempos en que había que hacer trasbordo en Medellín y lograr llegar justo al bus que iba para Montería, o tenías que pernoctar en la terminal paisa.

Tantos recuerdos y buenos cuando el corazón latia ante la llegada inminente de las vacaciones de diciembre y se producía el reencuentro con mis padres, hermanos y amigos en El Prado querido de mi Cereté del Cielo, como dijo el poeta. Casi nada ha cambiado, las cosas permanecen en los mismos sitios y las personas entrañables están ahí para apretarte la mano. Algunos han marchado de este mundo, pero dejaron una imborrable huella, como la tía Ana Carmela y también la abuela Gilma, que pasó la barrera del siglo de vida.

Hoy desde la tierra de la Diosa Luna, donde el frío carcome mis huesos, anhelo esa brisa decembrina que me compenetra con mis raices. Vacaciones colectivas para todos para ir por los recuerdos que te erigieron en vida.